Parece demostrado que la infancia es el momento de mayor desarrollo cognitivo de los seres humanos: aprenden a hablar y jugar, a leer y escribir, aprenden sumas y restas; en definitiva, aprenden a usar todas aquellas herramientas que le servirán de base para el resto de la vida, y otra cosa más, aprenden a aprender, que aunque parezca obvio, con el trascurso del tiempo la capacidad va menguando de manera que, cuanto más envejece, más difícil le es aprender.
No obstante, parece que en los últimos tiempos hay una especie de pavor a sobrecargar el horario de los niños, pensando que ya les llegará el momento cuando sean adultos, y no quisiera que esta entrada indujera a error, no quisiera que se pensase que un servidor aboga por la explotación infantil. Lo que abogo, en realidad, es por no sobreproteger al niño pensando que está más limitado, puesto que el niño es capaz de crear y utilizar una gama de recursos mucho más amplia, en lo que se refiere a la tarea de aprender.
En conclusión, ante el miedo a sobrecargar a los niños, existe un mundo lleno de alternativas a la enseñanza tradicional que pueden motivar al niño a seguir aprendiendo, porque aprender puede ser un juego, y planteado como tal el aprendizaje de los idiomas, de las matemáticas, de la historia, etc. no supondrán esa carga pesada que a muchos adultos supone.